viernes, 5 de abril de 2013

Una Historia Imaginaria - Capítulo 4.




En el mundo real, hoy es viernes 5 de abril. Ayer estaba bien, pero por algún motivo me desperté de mal humor. Como de costumbre escribo, escribo lo que imagino para escapar de mi realidad. En mi mundo ficticio, han pasado dos días después de aquel sábado. Estoy aquí, en la mañana del lunes 8 de abril, también hace frío. El motivo por el cual no relato estos dos últimos días en su tiempo correcto es porque me gustar contar historias, no vivirlas.

El sábado a las 9:30 de la mañana, Artemisa estaba allí, en el banco, esperándome antes de que yo llegara. Evidentemente había estado esperando, porque cuando llegué, antes de darme uno de esos delicados besos en la mejilla, me dio un pequeño y sutil golpe en el hombro.

-          Llegás tarde.

Me susurró y soltó una risita burlona, que por lo que había experimentado era algo característico de sí. Me disculpé, nos saludamos, y antes de consultar cualquier cosa interesante, fue directo a destrozar mis sentimientos. Me comentó que había cambiado de parecer, que ya no pensaba que yo fuese genial. Me dijo que lo re-pensó, y se convenció de que si fuese genial, no hubiese sido reemplazado y superado con tanta facilidad. Sí, dijo que fui superado. No tuve la intención de preguntar por qué.

            Todos sus planteos negativos sobre mi persona, yo los recibía con una sonrisa irónica. No por me hiciera feliz que me dijeran lo patético que era, en realidad porque después de tanto encontraba a alguien que no temía decirme lo que pensaba, y eso me fascinaba. Así era yo, era muy directo, era muy sincero. Excepto cuando me mentía a mí mismo, en esos momentos podía incluso convencerme de querer hacer algo que en realidad no.

            La mañana avanzó a tiempo normal. Antes de tocar mi miseria, tocamos temas al azar. Pregunté sobre la música que le simpatizaba. No respondió el típico “de todo” que suelen soltar las chicas porque no tienen nada que las identifique. Soltó un “internacional, rock, punk, hard, grunge” que me cautivó por un segundo. Más que nada por el hecho de que tal vez, esos gustos que yo había divisado antes, no eran falsos. Y no los eran, su banda favorita era Pearl Jam. Dicha banda me trae recuerdos a Caro, como toda la música (porque ella es música).

            Hablamos del 3 abril, Pearl Jam habría visitado Argentina y dado un concierto. Ella no fue, ni yo. Su canción favorita de dicha banda era Black. Me sorprendió, porque conocía el mensaje de Black, y me sorprendía que llegara a mis oídos en un momento como este. Y de una forma tan directa, no fue solo deducción y relación, ella me lo dijo:

-          Black es una canción muy especial. ¿Sabés? Deberías escucharla y torturarte un poco. Más que nada escuchar la última estrofa.

Y entonces la recitó:

-          I know someday you'll have a beautiful life, I know you'll be a star In somebody else's sky, but why can't it be mine?

Su voz era hermosa en inglés. Me preguntó si sabía lo que significaba. Sí, lo sabía, era algo muy básico y doloroso. Eddie Vedder (vocalista de Pearl Jam) decía que sabe que ella tendrá una vida hermosa, que sabe que ella será una estrella en el cielo. Pero pregunta, ¿Por qué no puede ser suya? Y eso me pregunto continuamente. ¿Por qué no puede ser mía? Artemisa había dado justo en el hueco de la miseria. Y yo me sonreí, porque me estaba enredando para que suelte lo que ella quería escuchar. Pero antes de darle eso, quería saber más de sí.

            Pregunté sobre sus gustos fílmicos y televisivos. No era una chica que pareciera saber mucho del ambiente de filmaciones, así que obviamos el tema. Volvimos con la música, hablamos de más que de Pearl Jam. Mencionó a Queen, una banda que me gusta, habló de los Stones, otra banda que me gusta. Siempre daba en el lugar correcto para recordarme el motivo por el cual salíamos, mencionaba canciones como Angie, Under my Tumb, Show Must Go On (buenas canciones, recomiendo que las oigan y las entiendan), y otras metáforas para hacerme sentir mal. Su sutileza me gustaba, hasta que me di cuenta que no era sutileza, porque en determinado momento de la conversación, ella interrumpió diciendo:

-          Bueno, ya hablaremos de música otro día. Contame de ella.

Si ella hubiese querido eso desde el principio, podría haberlo planteado desde el primer momento. Sin embargo, ella habló de toda esa música significativa, por placer, no por hacerme daño. Me gustaba eso de sí. Me gustaba contar con una persona honesta.

            Y entre suspiros empecé. Al principio no sabía lo que quería escuchar. Luego me dijo que quería saber como la había conocido. Fue complicado abordar los tiempos en que yo salía con la mejor amiga de Carolina, pero lo hice, con poca memoria y algo de desagrado (no fue una relación muy grata, no fue una relación), le conté del inicio de nuestra historia. De cómo ella, Carolina, abandonó a quien la hacía infeliz, y vino conmigo, para ser feliz. Le conté de nuestra primer salida, cuando vimos una reproducción de un concierto de Queen en el cine. Le conté mi forma de presentarle mis sentimientos. Le conté de mis tiempos.

            Y entonces ella solo respondió:

-          ¿No te hizo lo mismo que le hizo al anterior a vos?

Mis ojos reflejaron enojo en ese momento, ladeé la cabeza en silencio, y esperé unos segundos antes de continuar:

-          No, lo nuestro fue distinto, lo nuestro fue real.

Me molestaba intensamente que dijeran que me hizo lo mismo que a Axel. Con Axel, no había felicidad, conmigo, ella expresaba una felicidad demencial la mayoría de las veces. Fracasar no significa que todo haya estado mal, juntos habíamos sido muy felices, y nadie tenía el derecho a arruinar mi recuerdo de sí, solo por el desenlace de la relación.

            Y se lo dije, que conmigo había sido distinto, que nosotros nos dimos todo lo que podíamos y fuimos felices con ello. Ella pidió disculpas (por primera vez), y admitió que tal vez estaba siendo un poco injusta. Pero explicó también, que no le dejaba muy buen sabor en la boca la manera que usó para dejarme, o, textualmente como ella dijo, la manera que usó para “cambiarme”.

            La mañana pasó a ser mediodía, mensajeé a mi madre indicándole que no volvería hasta la noche. Artemisa había decidido sin más pasar todo el día con este desconocido que era yo. Me sorprendía su actitud. Antes de tocar el tema de Carolina, caminamos mucho a lo largo de San Miguel, vimos vitrinas de cosas que no nos gustaban. Por como hablaba y las cosas que expresaba, no parecía ser el tipo de chica que se fijaba en la ropa sin más. Y lo notaba, vestía sencilla, arreglada, linda, con gusto, pero sencilla.

            En lugar de almorzar, ella compró dos chocolates, uno para cada uno. Intenté pagar mi parte (en realidad las dos), pero de alguna forma ella no me lo permitió, alegando que solo era un chocolate. Y es que tenía razón. Yo no solía comer mucho esos días, por lo cual no me molestó almorzar una golosina. Caminamos, mucho, hablando, a veces de Carolina, a veces del paisaje. Hasta que me empezaron a doler los pies, y le pedí parar en una calle. Sinceramente no recuerdo cual, solos sé que estaba en un lugar de Muñiz que nunca había visitado. Ella se sentó conmigo, y aguardamos en silencio hasta que decidí hacerle un planteo.

-          ¿Por qué no me hablas de tu experiencia? Lo dijiste muy al pasar, pero estoy seguro de que mencionaste que también estabas saliendo de una ruptura.

Su expresión cambió, a una de pena. Ahogó unas palabras en un suspiro, solo para luego no decir nada. Pasamos unos 10 minutos en silencio, un período muy largo de silencio en tiempo real. Y entonces ella me dijo:

-          Te escucho, escarbo tu miseria porque no tengo el coraje que tenés vos para dejar que escarben la mía. Si el tiempo pasa tal vez te de su nombre. Por ahora, me basta con escucharte, y sé que es injusto, sé que vos me estás contando toda tu mierda y yo me niego a esto. Pero mí pasado... No es tiempo, es sombra, me acompaña, siempre, y no puedo hablar de él sin sonar diez veces más patética de lo que sonás vos.

Y entonces reí en el último segundo por su insulto, porque no podía dejar de recordarme lo miserable que era ni aunque admitiera que ella también era miserable. Apoyé mi mano en su espalda, la acaricié ligeramente y le expliqué que también era de los que escarbaban, y, que esperaría a que estuviese lista como para que me deje experimentar consigo como ella lo hacía conmigo. Y entonces no hablamos más de mi miseria. Preguntó si podía acompañarla hasta su casa, me gustó que quisiera que la acompañara. Le dije que sí, y, no caminamos. Tomamos un 182 y permanecimos en su puerta hasta que ella decidió despedirse. Nuevamente me besó en la mejilla de esa forma única que ella tenía, y me preguntó:

-          ¿Nos veremos mañana?

A lo cual yo asentí, le di la espalda, y me fui.


Al llegar a mi casa, mi madre preguntó como la había pasado. Mentí, dije que normal, en realidad lo había pasado bastante bien. No pasé por facebook, ni tumbrl, ni nada, simplemente me acosté en mi cama y me quedé pensando en el día. En ella, en Artemisa, en su miseria secreta, en lo atractiva que era en varios sentidos. En como me hacía olvidar recordando, en como su música, inconscientemente describía mis sentimientos o como debería sentirlos. En como me lastimaba y a la vez me sanaba de a poco. En lo genial que era estar con ella.

Así, absorto en mis pensamientos sobre esta chica relativamente desconocida, logré dormir de corrido hasta la mañana del siguiente día. Me di cuenta de que no habíamos pactado más que vernos. Sin horarios ni nada por el estilo. Abrí facebook, buscando corroborar si estaba o no conectada. Y noté dos notificaciones en inbox. Una pertenecía a una imagen que me habría pasado mi tocayo, mi amigo Matías. Otra pertenecía a ella, diciéndome que olvidó pactar la hora, y, marcándola. Sin consultar antes.

-          “me olvide de decirte, hoy nos encontramos en mc a las 8 de la noche. no voy a estar on en face, asi que si no vas, bueno, dejame plantada”

La seguridad, indiferencia y dirección con la cual me escribía era increíble. Simplemente establecía lo que quería, sabiendo que podía negarme. La última vez que habría salido con alguien de noche, habría sido en Mar del Plata, cuando viajé para ver a Carolina que estaba de vacaciones. La noche mucho no me agradaba, aunque de alguna manera deseaba a veces salir a cenar a altas horas. Me hacía pensar, me hacía imaginar que pasábamos la noche juntos y al otro día, despertaríamos nuevamente juntos. Algo similar a desayunar, la sensación de haber estado poco tiempo separado de sí.

            Es día me pasó volando. Mi vieja no estuvo muy de acuerdo con que saliera un domingo en la noche. Pero considerando que no tenía clases a la mañana siguiente, me lo permitió. Me arreglé como pude, nunca fui de tener buen gusto para la ropa. Y estuve allí 10 minutos antes de lo pactado. Nuevamente ella había llegado primero, y, estaba linda. Tal vez las luces de la noche la hacían brillar más, pero no, es que ella era una luz. Llevaba un gorro igual al mío, al característico, estaba muy bien abrigada por una ropa que no parecía tener marca, pero, era especial de alguna manera. En cuanto me vio, me sonrió y agitó su mano derecha para hacerme de seña.

            Yo también le sonreí, me aproximé hacia ella, y recibí su frío beso en la mejilla.

-          Hoy estás bastante linda.

Ella se sonrió, y con un tono intimidante me respondió:

-          ¿Ah? ¿Y los otros días no?

Y yo reí, y ella rió. Y no se lo dije porque ya lo sabía, pero era cierto, ella normalmente no trataba de ser llamativa. Y ahora tampoco lo era, simplemente estaba linda porque estaba linda... Y, no, los otros días no, los otros días estaba demasiado común, demasiado normal.

            Como de costumbre saltamos la parte del “¿Cómo andás?”, nos adentramos en MCDonalds, y disfrutamos de esta salida. Ella pidió una de las hamburguesas cuarto de libra con queso. Yo un helado. Ella era más rápida que yo comiendo, y terminó tomando la mitad de mi helado con mucha confianza. Hablamos  de literatura, de música, de lo poco que ella sabía de cine, de todo menos de nuestras miserias. Aunque pensaba a Carolina con cada cosa que decía (Cortázar, Guns N' Roses, Batman, todo), simplemente no la nombraba. Aunque seguía recibiendo nombres y partes de canciones que lastimaban, no la nombraba. Simplemente estábamos allí, conversando, siendo felices.

            Se hicieron cerca de las 23:00, ella me pidió que la acompañe a la casa nuevamente. Se repitió lo mismo de ayer con una diferencia. En la puerta, donde ayer me había despedido pactando la cita de hoy, ella me susurró al oído:

-          Hoy noto que era lo que ella apreciaba de vos.

Me besó en la mejilla, y se fue. Esta vez no le di la espalda, esperé a que se adentrara en su casa, a que me mirara una última vez, para irme, para irme con la sonrisa que ella había creado. Para irme con el recuerdo de un muy buen fin de semana, de esos que no experimento más en mi historia real.

            Caminé por la calle Irigoin de noche, como si fuese un día de clases. Esta vez sin miedo, esta vez con una sonrisa en la cara, ignorando a la diversa cantidad de adolescentes que salían o volvían de bailar. Llegué, y mi vieja me recriminó que no revisé el celular, que no quería que volviese tan tarde la próxima vez. Y lo acepté, y sonreí, ella consultó si por lo menos disfruté. Y lo cierto era que sí. Había disfrutado.


            Me recosté a dormir, y tan lindo como era, llegué hasta hoy, hasta este lunes 8 de abril, a este lunes que llega después de un buen fin de semana. Este lunes donde me levanto, y voy a la computadora para ver si está conectada, si puede verme hoy. Y no la encuentro. No es que no esté conectada, es que simplemente no está. Es que no puedo encontrar su nombre, es que no está en mis amigos. Es que de alguna manera, se borró.

jueves, 4 de abril de 2013

Una Historia Imaginaria - Capítulo 3.




Si bien en el mundo real es 3 de abril, en mi ficticia historia es la mañana posterior a aceptar a Artemisa. Hoy es sábado 5 de abril. Antes de ayer en la noche llegué y vi su solicitud de amistad. Lleva el mismo sobrenombre que había pensado para mi futura hija. Es “Misa Belleggia”. Lo más irónico es que Belleggia no es su apellido solamente, también es el de Carolina. Es como si en realidad ella fuese mi hija con ella. Sin embargo, mi hija nunca va a existir de esa manera. No con ese apellido.

La esperé aproximadamente hasta las 03:00 de la madrugada. Supongo que se fue a dormir antes de que yo llegara. Revisé sus gustos, parece de las que los fingen un poco. No tiene de todo, pero tiene cosas muy dispares. Puedo ver RHCP en común, puedo ver Foo Fighters en común, puedo ver Queen en común. Espero que no hayan sido algún gusto temporal, esas tres bandas me gustan, en especial Red Hot. Por sus publicaciones estimo que es relativamente social, popular. Las chicas lindas son populares. Tiene comentarios de chicos, parecen ser de los tipos de chicos que me caen mal. Supongo que es una especie de primer celo, que aún ni yo puedo divisar. Artemisa no parece tan interesante, parece más bien una casualidad.

            Sin embargo emerge curiosidad. ¿Cómo supo mi apellido? No recuerdo haberlo dicho mientras le transmitía mi basura. También el motivo por el cual me agregó.

Ayer viernes 4 de abril, me desperté temprano y no reflexioné en mi cama, me mantuve pendiente del ordenador. No sabía si debía ir a la plaza o a MCDonalds nuevamente, o esperar a que ella simplemente se conectase. Creo haber mencionado que yo no era de los que establecían vínculos de esa forma, en persona, yo en realidad los continuaba, previamente usaba un medio para conocer a las personas. Tal vez ella era igual que yo en ese sentido. Aunque su muro se veía demasiado activo para que fuese así.

El sonido de notificación interrumpió mis pensamientos.

-          “hola”

Escribió así Artemisa, sin una mayúscula en la letra H y ni un punto al final. Millones de pensamientos me invadieron en ese momento, quería acribillarla a preguntas. Pero traté de no ser tan raro, no sé por qué. Decidí esperar un minuto y medio para responder, para hacer ver que yo podría estar ocupado.

-          “¡Oh! ¡Hola!”

Escribí buscando tener cierto aire de superioridad. Y antes de que ella me contestase, agregué.

-          “Sos la chica de la plaza, ¿Me equivoco?”

Solía tener la mala costumbre de presumir mi manera de escribir las primeras veces que entablaba conversaciones online. Era patético.

Ella sin nada de orgullo me leyó en un instante y no tardó en responder algo que me pasmaría.

-          “si si, no seas ESA clase de pibe, sabes quien soy”

Sus mayúsculas denotaron que yo era una clase de persona. Me gustó que denotara que yo era una clase de persona. Me decepcionó por un lado, me hizo pensar que esta jugada que estoy haciendo ya la usaron antes. Aunque en realidad no estaba iniciando ninguna jugada, digamos que así abría la puerta la mayoría de las veces. De todas formas, me decepcioné a mí mismo, porque siempre pensé que mi personalidad era única y especial. Y si bien ahora estoy tratando de taparla en mi mundo real, acá, en esta historia ficticia, sigo teniendo el mismo carisma de siempre.

No le respondí, porque noté que estaba escribiendo.

-          “nos vemos en la plaza a las nueve y media?”

Preguntó con bastante asertividad. A diferencia de antes, respondí de forma más suelta y menos pretenciosa. Sinceramente su anterior comentario había nublado mi personalidad.

-          “Sí.”

Seco, seguro, era solo una afirmación. Ella la leyó y se desconectó.


Me desconcertó, sinceramente. Me descolocó su dirección, su brevedad, todo. Incluso si la gente promedio escribe con errores de ortografía en las redes sociales, me desconcertó que ella lo hiciera. De todas formas, aunque notaba que carecía de puntos, tildes y mayúsculas, sus palabras eran demasiado directas. Era como si me forzara a decir que sí, como si no pudiese decir otra cosa. A diferencia de las personas normales, no me preguntó como estaba ni me dio tiempo a preguntarlo. No me dio tiempo a preguntar nada.

Ahora simplemente tenía que esperar hora y media para ir a verla. La curiosidad me pudo y estuve ahí a las 9:00 de la mañana. No había pensado en ella hasta llegar al banco. Al hacerlo pensé en muchísimas cosas, pero no puedo transmitirlas, porque solo estaría mascullando la misma idea una y otra vez. ¿Quién es ella? ¿Por qué me interesa?

Para mi sorpresa, 10 minutos antes de lo acordado, ella llegó. Vestía de forma similar al otro día, usaba jeans y una campera roja que parecía muy abrigada. Yo vestía también de forma similar, jeans, una campera azul que aborrezco, y mi gorro. En cuanto la vi, me paré y me aproximé a ella para evitar que caminase hacia mí. Estando cerca noté una expresión de molestia, una expresión muy hostil, parecía que incluso iba direccionada hacia mí.

-          Hola.

Saludé arqueando las cejas al notar su expresión. Ella levantó la mirada y me miró a los ojos, esbozó una sonrisa con algo de culpa, y acercó sus labios hacia mi mejilla. A diferencia del resto de las personas, no rozó mi mejilla o apoyó la suya. No, la besó, de manera tradicional y correcta. Sentí que sus labios eran cálidos, y mi mejilla permanecía muy fría. Me enamoré por un segundo, pero volví a mi realidad en cuanto ella me contestó.

-          Hola.

Me dijo con una voz suave pero firme, y algo culposa. Habían tantos sentimientos en esa palabra que no podía preguntarle si pasaba algo, porque ella tendría que decirme que pasaban muchísimas cosas. Antes de que pactáramos algo que hacer, ella estaba sentada en el primer banco donde nos sentamos el otro día. La seguí obviamente y me senté a su lado. Permanecimos en silencio durante 5 minutos, con vergüenza, hasta que ella “rompió el hielo”.

-          ¿Cómo estás?

Preguntó ahora en persona, a lo que yo con sorpresa levanté la mirada y vi hacia sí. Ella no me estaba mirando, ella miraba al suelo, expresando cierta incomodidad.

-          Bien, bah, no. Acá ando, tirando para no aflojar.

Le respondí con sinceridad, sintiéndome desdichado, y antes de que pudiese interrogarla sobre su estado, ella ya me habría hablado.

-          Disculpá si parecía cortante por facebook, lo que pasa es que, uso facebook para escarbar en la basura de la gente común. Tu basura merece ser escarbada en persona.

Nuevamente usaba el concepto de escarbar en la basura. Era un concepto muy propio, un término muy propio, me sorprendía el hecho de que ella lo usara sin más. Fuera de Lemos, pocas personas habían sido quienes lo habían oído o leído de mi parte. Era imposible que se hubiese transmitido de boca en boca. Ella simplemente lo habría pensado independientemente de mis influencias. Me sorprendía esta similitud.

            A su respuesta yo mostré sorpresa. No dije nada, porque ella parecía tener algo más que decir, y porque no tenía nada que decir. Evidentemente, lo que le interesaba de mí era mi basura para escarbar, ella era egoísta y quería tapar su hueco con mis problemas. Apreciaba su honestidad, y me sorprendía su egoísmo. Me parecía genial en el fondo, como si me pasmara.

-          No creas que sos el único al cual le hice de psicóloga. Con vos pasa que a diferencia de los otros, parecés realmente lamentarte por tu pérdida. Esta mina Carolina, de la que me hablaste, no parece ser una más.

Escuchar el nombre de Carolina viniendo de otra persona, como siempre, me hacía daño. Las deducciones se confirmaban, yo simplemente era uno de sus experimentos. Pero a la vez era un experimento, un paciente “especial”. Y no me decepcionaba ni entristecía serlo. Lo aceptaba porque yo con la gente hacía lo mismo, buscaba su miseria, su basura, para tapar los agujeros que tenía mi vida. Se sentía extraño estar del otro lado. Más que nada porque esta persona no ocultaba sus intenciones, al igual que yo.

            Iba a articular una respuesta, inicié con un “ehm...” pero ella fue más rápida. Me interrumpió.

-          Sobre como te encontré, no fue tan difícil. Mencionaste muchas veces el San Martín, mencionaste muchas veces el quinto año. Bastó con ir y buscar a una Carolina para preguntarle si tenía un ex novio llamado Matías, y cuál era su apellido. Probé con dos, a la tercera di con la tuya.

Explicó con sencillez y desdén, como si yo debería haberlo deducido previamente. Me desconcertó, y al finalizar, prevaleció el silencio. El ver a alguien que recientemente había entrado en contacto con Carolina me hacía sentir extraño. Y lo que era más importante, me hacía pensar. Pensar en cosas, muchísimas cosas. Todas sobre ella.

-          ¿Estaba sola cuando la viste?

Pregunté con algo de exasperación, rompiendo el silencio establecido. Ella me miró instantáneamente, mostró una sonrisa complacida y me dijo:

-          No, estaba con un chico más delgado y lindo que vos. Y se veía feliz.

Es como si incluso supiese que yo tenía complejos con mi peso y mi apariencia. Me hería al decirme esto, pero a la vez, me inspiraba mucho interés pues nunca había encontrado a alguien más honesto y directo que yo. Recuerdo haber llegado a pensar que ella no era nada interesante. Ahora se me hacía la persona más interesante en el mundo.

            Sin embargo recaí en lo que ella había echo. Y sostuvimos nuestra primera conversación con tono elevado. Con cierto enojo mascullé lo siguiente:

-          ¿Qué?... Pará, ¿Qué?

Pregunté con desconcierto.

-          Que era más delgado y...

Interrumpí rápidamente.

-          No no no no no, ¿Qué? ¿Cómo que fuiste a preguntarle a Caro por el apellido de su ex novio? ¿Qué clase de persona hace eso? Ahora debe pensar que soy patético, que mandé una mina para darle celos o algo por el estilo. No soy esa clase de persona.

Ella bufó, revoleó sus ojos y con la asertividad que me había mostrado en la red social, me respondió:

-          ¿Y qué te importa? Ella te dejó, no debería importarte. No le importás de hecho.

A lo que con enojo le dije:

-          Pero me importa, porque soy humano, porque ella me dejó pero yo creo que no la dejé--

Interrumpió con algo de ira.

-          Entonces sos patético. Estás lastimándote a vos mismo incluso sabiéndolo.

Yo apreté mis puños porque me daba rabia lo que me estaba planteando. Evitaba que todos me hablaran mal de Carolina porque simplemente no podía verla como una mala persona. ¿Y de una desconocida? ¿Una persona quien apenas sabía quien era? Me daba mucha más rabia.

-          ¿Y quién sos vos? Vos desconocés mi historia, te lo recuerdo.

Dije a lo que ella respondió.

-          Ayer me contaste parte de ella. Estoy en posición de decirte lo que quiero porque simplemente lo quiero.

Tras esto hice una pausa, y me percaté de algo interesante, molesto, pero nada extraño por la personalidad que me mostraba. Ella, mientras me gritaba que era inferior al nuevo compañero de Carolina, mientras me decía que era patético, en todo momento, estaba sonriendo. Y cada vez que yo le retrucaba algo, su sonrisa simplemente se hacía más clara.

            Era como si disfrutara de verme enojado, o no, es como si eso fuese justo lo que ella quería que yo hiciera. Yo a su planteo no podía responder nada. Y es que era cierto, y es que ella podía decir lo que quisiera. Podría haberle respondido que era distinto, que ella no sabía toda la historia. Pero sus ojos me transmitían un sentimiento intimidante que impedía que yo dijese algo.

-          ¿Cómo reaccionó ella? ¿Cómo reaccionó él?

Pregunté agachando la cabeza, con mucha más calma, respirando profundamente. Noté una sonrisa siniestra en su rostro otra vez. Confirmándome que evidentemente, yo actuaba como ella esperaba o quería.

-          Con sorpresa, como lo esperás. Creo que a ninguno le sentó muy bien. Carolina se pausó y me dijo “Demaro”. Yo le agradecí y me fui y creo que me vieron como una loca.

Mencionó ahogando palabras en un suspiro, pero prosiguió antes de que yo pensara en decir algo.

-          Linda piedra para honda, chabón. Es una chica muy linda, pero te equivocaste si pensabas que ibas a tener algo sólido. Las chicas lindas, por más afectivas y respetuosas que sean, merecen chicos lindos. Y vos del 1 al 10, no voy a decir que sos un 1, pero serás un 4, un 5. Con mucha suerte un 6.

Ante esto nuevamente sentí algo de dolor. Era la segunda persona en mucho tiempo que me decía que era feo. De niño siempre lo decían, pero últimamente, creo que solo una compañera de clases, Yesica, me lo había dicho en la cara. En el fondo me contentaba que fuese honesta. Pero no podía evitar sentirme mal conmigo mismo por mi apariencia.

-          Entiendo, valoro tu sinceridad.

Respondí con la cabeza gacha, a lo que ella palmeó mi espalda mientras no paraba de sonreír.

-          Sé que lo valorás. Pero, ¡Ojo! ¿Sabés en qué tenés que pensar? Pensá en que si, careciendo de un físico conseguiste una chica tan linda, tu personalidad debe de ser genial.

Ante esto me sonreí con desdicha. En una sociedad superficial como esta, no importaba que tan sincero, bueno, detallista y divertido seas. El pie que debías tener, era la buena apariencia. Y yo tenía mal gusto para la ropa, y sinceramente no tenía un cuerpo atractivo.

            Por otro lado, una persona que podía decirme feo sin más, no podía estar mintiéndome sobre otra cosa. Si decía creer que mi personalidad era realmente genial, era que verdaderamente lo creía.

-          Gracias.

Solté cierta risita agachando la mirada con desprecio hacia mí mismo. Ella me respondió un “de nada” que se perdió en el aire. Tras esto se levantó y me miró, de alguna manera expresándome la orden de caminar. Le levanté y me coloqué a su lado, sin decir nada. Pero, como parecía ser costumbre, ella quebró el silencio:

-          Admito que me pareció genial que ayer vinieras y tuvieses el coraje de tratar de cortejarme como si fuese una serie norteamericana.

De alguna manera sentía que hablaba con más propiedad. Pero al oír la palabra “cortejarme” no pude evitar corregirla.

-          No, no, no estaba tratando de cortejarte. Simplemente buscaba alguien con quien hablar. No te miento.

Ella se sonrió al escuchar mi respuesta. Me miró y asintió, estando de acuerdo con mi corrección. Creo que notaba que yo era alguien que cuando tenía un pensamiento o sentimiento, simplemente lo decía. Buscando darme algo de nerviosismo, me comentó.

-          Ya entendí, ya entendí, no soy tan linda como tu ex.

Y entonces yo me sonreí. Pero no respondí, porque era cierto. Si bien Artemisa era muy linda, Carolina seguía siendo la chica que más me atraía en todos los sentidos. Tal vez para gente común, ella era una chica normal, pero a mis ojos, los ojos de un enamorado no correspondido, ella era hermosa.


            Caminamos en silencio alrededor de la plaza unas dos veces. Noté que su intención era que esta vez, yo rompiera el hielo, y lo hice:

-          Ayer te dije que le di todo. Sinceramente, eso me tiene algo loco. No soporto la idea de no tener más nada para dar, no soporto la idea de que todo lo que pase después de ella, va a pasar por segunda vez.

Sabía que ella quería escarbar en mi miseria, así que fui directo al grano, hablándole de ella. Entonces Artemisa asintió, aprobando, esperando que yo prosiguiera.

-          Me gustaría simplemente borrarla o reemplazarla. Pensé en ir, y tener algo que no signifique nada. Pero no tendría el coraje. Y cada vez que me decido a olvidarla, hay una señal, suya o del universo que me dice que no. Así lo siento, bah.

Le comenté con algo de pena por mi mismo. Porque realmente la sentía en el fondo.

-          No es que me sienta avergonzado. No me siento avergonzado de haber dado todo, pero en el fondo no sé si arrepentirme o no. Sé que lo que hice, lo hice con el fundamento más grande de todos. Pero no puedo soportar la idea de no tener nada nuevo para dar. Le di mi música, le di mis hábitos, le di mis gustos, le di todo.

Al terminar de decir esto, suspiré, sintiéndome mal conmigo mismo. Sintiéndome patético. Y ella no respondió, ella solo miró hacia el frente. Su expresión denotaba concentración, ella me estaba escuchando, ella estaba interesada en lo que decía. Pero no parecía tener algo que responder aún.

-          Me siento mal, me siento solo. Me siento estúpido porque todavía quiero que vuelva.

Allí, con velocidad, me respondió:

-          Pero no va a volver, y tener que seguir adelante. No voy a decir que me parecés patético. Pero creo que el amor que sentís es el patético. Según me dijiste el otro día, hace dos semanas está solo, y trataste de buscar otra compañía. De hecho, por eso me hablaste...

E hizo una pausa antes de proseguir.

-           Y es que el resto de los pibes, si son cambiados por otro chico, simplemente empiezan a hablar de la mina como si fuese una puta, y se comportan como si nadie más que ellos tuviese valor. Vos sos distinto, vos experimentás los verdaderos sentimientos. Creo que ella no, porque te superó. ¿Pero vos? Lo ideal sería que fueses más humano, que fueses más injusto, que la insultaras a la espalda, que vayas y te acuestes con una mina por venganza. Sería lo más sano para vos. Pero vos... Ahí está lo que le gustaba de vos. Vos sos distinto, vos podés pensar en ir y hacer la tuya, pero no podés tratar de hacerlo.

Fue la primera vez que la escuché decirme tantas cosas. Me sorprendió la madurez y la objetividad con la que me respondió. Era como si no fuese la chica burlesca de siempre, pero aún, me estaba diseccionando, todavía su único interés era escarbar en mi miseria.

            No respondí nada, ella no agregó nada, simplemente seguimos caminando hasta que se hicieron las 10:30 de la mañana. Todo esto ocurrió en una hora. No mencionamos desayuno, no mencionamos MCDonalds, nada. Simplemente caminamos, compartiendo pensamientos en silencio.

            A la hora dicha, ella estiró sus brazos y bostezó. Me miró, hizo una pausa prolongada y simplemente me dijo:

-          Bueno, nos vamos.

Yo asentí, en el fondo porque no tenía sentido caminar en silencio. No había más para decir ni para hacer. No sabía que deparaba, ya teníamos un contacto fijo, ya le había compartido más de mi miseria. ¿Pero después de esto? ¿Qué?

-          Mañana es sábado. Si no tenés compromisos, vamos a salir. Podemos pasar todo el día. Te cuento que, como te dije, tu caso merece ser tratado en persona. Así que no te permito que me hables vía facebook, salvo que quieras verme para contármelo en persona. Vos me avisás, nos vemos, pero no nada de miseria online. Sos alguien que necesitar ser escuchado, y yo alguien que quiere escuchar.

Asentí nuevamente sin decir nada. Ella seguía y seguía sorprendiéndome con lo directa que era. Lo único que me limité a decir es:

-          Mañana, acá, ¿A la misma hora?

Ella dijo que sí, me sonrió, me dio un beso en la mejilla y se fue. Simplemente se fue.


El resto de mi 4 de abril es irrelevante. Ese viernes, ayer, lo único de relevancia fue Artemisa. La chica de mis sueños, incluso si aún no lo sabía. La tarde pasó y solo pensé en lo que me dijo. En todo lo que me dijo. La noche fue lo mismo, no le presté atención a mis amigos o a la clase. Pensé en el 5 de abril, la mañana de hoy, recuerden que esto sucedió ayer. Ella dijo que nos veríamos. Tenía un compromiso de hecho, pero lo cancelé, para verme hoy, ahora, en tres horas y media con Artemisa nuevamente. No sé que me va a deparar. Pero por primera vez en mucho tiempo, pienso en Caro solo para pensar en otra persona. Por un segundo, estoy siguiendo adelante.

miércoles, 3 de abril de 2013

Una Historia Imaginaria - Capítulo 2.




Sigue siendo 3 de Abril, pero estoy escribiendo mí mañana imaginario. Hoy yo estaría en la cama reflexionando en lo que fue nuestra salida. Nuestra primer salida, nuestro primer contacto. Repasaría todos mis errores pero me daría cuenta de que, al despedirnos, ella me habría sonreído. El problema es que, hice algo mal, me fui, nos fuimos, solo sabiendo cuáles eran nuestros nombres. Ella sabía de mi basura, pero, ¿Cómo eso iba a ayudarla en algo?

Le había contado que todo cambió en cuanto ella entró al colegio San Martín, ella reconocería dicha institución pues está a unas dos o tres cuadras de la plaza. Ignoré los mensajes de mi vieja, hasta que se hizo el mediodía y ella me dijo que tenía que irse, Artemisa. No sé a donde se habría ido, no sé si tenía un compromiso. Ella sí sabía de mí, pero yo no de ella. No le di mi número, no le di mi apellido para que me buscase en Facebook, ni ella lo hizo conmigo. Simplemente se había ido, pero al despedirse, me habría sonreído.

La tarde la pensé toda, pensé en ella. En la noche, fui al colegio, tuve orgánica y no sé qué más. Algo de termodinámica. Con mis 5 amigos hablé lo normal. A ella, a Artemisa, ni pensé en mencionarla. Se hubiesen sorprendido de todas formas, ¿Yo hablando con una desconocida? Se nota que todo esto es imaginario. Si lo hubiese dicho, me hubieran creído, pero me hubiesen llamado boludo (y lo era) por no pedirle ningún tipo de vínculo. Eso, esto, nunca podría pasar, recuerden que es solo una historia de ficción. Pero si hubiese pasado, hubiese pasado la noche superficialmente. Mis amigos comentaban lo de siempre, yo comentaba lo de siempre. Pero pensaba en otras cosas, pensaba en ella.

Y entonces volvía a mi casa, en el colectivo la pensaba, caminando la pensaba, y todo igual. Llegaba, iba a face, comentaba algo con los de siempre, y me iba a dormir. Pensando en ella. Tal vez a Lemos le hubiese comentado de esta experiencia, pero no, creo que no. Lemos está para cosas más significativas. Y si bien Artemisa sería algo significativo, yo aún no lo sabía. Ni lo sabría.


Me duermo, despierto, y volvemos a donde estaba antes del desvío. Hoy es mi mañana imaginario, mi 4 de abril. Como dije, reflexionando en la cama, sobre ella, sobre lo que pude y no hacer. Pensando de a momentos que, como ella dijo, solo me usó. Me usó para escarbar en mi basura y eso. Llenar parte de su cuerpo con la miseria ajena. Recuerdo haberle dicho que, a los dos o tres días yo ya había sido reemplazado. Que intenté, pero no pude. Que seguía intentando pero ahora estaba resignado a que ella no me iba a dar bola. Carolina. Sí, le había dicho a Artemisa, la chica de mis sueños, que extrañaba a Carolina. Supongo que eso fue lo que la espantó. Seguramente eso fue.

Como dije, reflexionando en la cama sobre ella. Hasta las 8:00 de la mañana, porque por cierto, me despierto a eso de las 6:00. A las 8:00 mi vieja no está, a esa hora siempre lleva a mi hermano al jardín. Él cumplió 5 años el 2 de abril por cierto. El punto es que, en lugar de pensar en ella, me puse en movimiento. Me vestí, usé el mismo gorro de ayer, por ahí eso la ayudaba a distinguirme, si me cruzaba, si quería cruzarme. Y me fui. Caminé y vi de todo. Menos a ella.

Me senté en los dos bancos, observé el MCDonalds, pensando que ella por ahí volvía a este lugar. Pensando que ella podría haber pensado lo mismo que yo. Teniendo ilusiones, soñando despierto. Pero no vino, no pasó. Mi vieja me llamó y la atendí. Preguntó si volvería a almorzar fuera. Le dije que no, que me espere, y para el mediodía estaba otra vez en mi casa. Almorcé una comida sin sentirle, sintiéndome decepcionado por no haberla visto, sintiéndome tonto por no haber intentado ser más que un desayuno para sí. Durante la tarde, estuve suspirando mientras volvía a pensar en Carolina. Pensaba, en los 40 minutos que tiene para almorzar. Pensaba en ella almorzando con el chico con el que sale ahora. Pensaba un montón de cosas, me hacía mala sangre innecesariamente. También pensé en Artemisa y todo lo de ayer, pero no podía hacer nada. Absolutamente nada.

Aproximadamente a las dos de la tarde, revisé Facebook y noté que estaba conectada Lemos, que era como mi especie de confidente. Esperé una media hora antes de decidirme a hablarle. En un principio le hablé del mal sabor que me dejaba en la boca el pensar en Carolina todo el tiempo y deprimirme porque ella no está. Posteriormente, entre una cosa y otra, contándolo como si fuese un anécdota más, le hablé de Artemisa.

No le dije lo que el nombre significaba para mí. Solo le hablé de la ocasional chica que conocí de forma ocasional. Le conté que estaba leyendo Rayuela (me decidí por Rayuela). Lemos había leído Rayuela y creo que se sintió bien al ver que salí adelante por lo menos por una mañana.

Hablamos de Cortázar, hablamos de ella, cosas que no puedo ni quiero mencionar. Escarbé en su... Felicidad, porque Lemos es una chica que hace ver feliz a su basura. Y, antes de que ella se fuese a tomar mates, le escribí a modo de pregunta.

-          ¿Creés que debería volver mañana en la mañana?

Entonces ella, tardó un poco pero me contestó.

-          Fuiste hoy, ¿Perdiste algo? Creo que no. Así que andá, y sé feliz como quieras. O más bien como puedas.

Me aseguré de marcarle un “Visto” y la dejé ir sin más. Ella tenía sus propios asuntos, no la culpo, la admiro por la madurez con la cual afronta sus problemas. La tarde siguió pasando. Antes de que terminase salí hacia mi colegio. Esta vez, atravesé la plaza antes de ir a la parada de colectivo. Aún tenía la esperanza de verla. Dejé pasar algunos de mis colectivos, buscando que se asomara por alguna esquina y reconociera mi gorro. No apareció. Cerca de las 17:30 de la tarde, decidí ir al colegio igual y llegar tarde. Me hubiese quedado más, pero tal vez eso me forzaría a cruzarme con Carolina, ella salía poco después de las 18:00 del San Martín, y si recuerdan, ese instituto está cerca. No quería ver ni la posibilidad.

            Sabiendo que iba a llegar tarde, me relajé. Observé el paisaje a través de la ventana del colectivo. Todo el viaje pensé en sí, en Artemisa, en Artemisa subiendo milagrosamente en alguna parada de Hurlingham. Obviamente no pasó. Podría hacer que pasara, esta historia es producto de mi imaginación, pero no lo hago.

            Cuando bajé, y me dirigí a mi institución, me di cuenta de que era jueves y podría haber aprovechado unos minutos con mi profesora favorita. Ella salía 17:45 los jueves, y la primer y última vez, la había interceptado para hablarle un poco. La profesora Carestía había sido mi profesora de literatura durante el año pasado. Yo había adquirido un sentimiento de gran aprecio hacia sí. Ella además de enseñarme literatura, me enseñó de la vida y de los sueños en ella. Confío en que si le hubiese hablado de Artemisa, ella me hubiese dado algún tipo de apoyo. Es como una madre, pero una amiga, una consejera. Es todo. También quería hablarle de mis sentimientos hacia Carolina.

Perdí mi oportunidad, pero comencé a planificar el próximo jueves. Definitivamente llegaría temprano. Por suerte todo esto es imaginario (no sé si suerte, me gustaría que pase), hoy aún es miércoles y mañana llegaré temprano a interceptarla. Pienso darle un abrazo. Pero volviendo a mi fantasía, volviendo a este 4 de abril imaginario; acá estaba, llegando tarde, dándole mi carnet a la portera para que me permita pasar. Nada del otro mundo. Subí las escaleras, la clase no había empezado así que no me perdí de nada. Cuando empezó, Tuvimos matemática. Cuando empezó la clase me percaté de que al final, no había echo la tarea pendiente que tenía. Me mordí el labio e hice todo en clase, asumiendo mi irresponsabilidad. La pofesora igual, mucha bola no me dio.

Al momento de recreo, un receso de 20 minutos, me perdí en mi mente. Hablé con Sebas, Sebastián, uno de mis 5 amigos. Hablamos sobre manga y anime y cosas así. Nada que pudiese participar como relevante, aunque durante ese corto período de tiempo, me centré en otra cosa que no fuese Caro. O Artemisa.

No tardamos en sentarnos en un banco y ponernos a escuchar música. Cada uno por separado, cada uno en lo suyo, sin decir una palabra. Dosed, Make You Feel Better, Turn It Again, y cuando estaba terminando So Much I, sonó el timbre para que volvamos arriba, a continuar con nuestra clase. Antes de pasar este punto, quiero mencionar que desde ya años atrás, escucho Red Hot Chili Peppers, es mi banda favorita. Ahora lamentablemente no hace más que recordarme a Carolina, porque yo compartí mi música consigo y hacerlo provocó que ella se hiciera parte de la misma.

Saltando el tema, que para mí de todas formas es importante; como dije, sonó el timbre. Subí, con Seba, sin decir nada, nos sacamos los auriculares y comentamos más cosas sin relevancia. En  mi banco, que estaba al lado de mi tocayo, Matías, (por cierto, el más cercano de los 5 y tal vez mi mejor amigo), esperé. Preguntó si había trascrito Instrucciones para vestir la camiseta, el sabía que lo había publicado en mi blog, sin embargo no sabía si lo había copiado o no. Para su sorpresa, sí, lo había echo. Llegó la profesora de literatura, que no me cae ni cerca de bien en comparación a la profesora Carestía. Evaluó mi cuento, y no dijo nada relevante. Me decepcioné a mí mismo, pues esperaba algún halago, como buen lector me gustaría ser un buen escritor. Pero no me hice mucha mala sangre, su opinión no era de mi importancia.

Y pasó, la noche. Con más metáforas, metáforas que no me parecían, discrepaba con la opinión de mi profesora. Sin embargo, no decía nada. Intercambiaba miradas sorprendidas con Matías, y simplemente dejaba ir la hora. Pensando en Carolina, mi lectora y vieja compañera de cuentos, y en Artemisa, que había estado leyendo Cortázar el día que la conocí. Atendí a la clase, eso sí. Noté que tengo errores de sintaxis al escribir. Eso no me pasaba antes, me pasa ahora, a veces en papel, a veces cuando escribo con el ordenador.

Finalmente la clase terminó. No tengo ganas de inventar una tarea para el siguiente jueves, así que digamos que hice todo en clase. Caminamos hasta que 3 de mis 5 amigos se separaron del grupo. Viajé con Seba y dejé a Gonzalo, mi amigo restante, atrás. Como de costumbre volví en el 182. No subió Axel, el ex novio (anterior a mí) de Carolina, creo que él viaja en el 53 siempre, con Javier, su amigo. Me senté en un asiento doble con Seba. Sin decir una palabra. Cuando él se fue, nos apretamos la mano como de costumbre, y tras eso volví a escuchar Red Hot.

Había tomado el 182 del Cartel “Rosales”. Tardaba más, me daba más tiempo para pensar. Pensé en Artemisa, pensé mucho en Artemisa. Pensé muchísimo en Artemisa. Pensé en que definitivamente no la volvería a ver, y las decepciones que ello conllevaba. Bajé en la calle Irigoin, caminé solo como de costumbre. Sinceramente me aterraba un poco, a la izquierda tenía un barrio algo desierto. Pero en lugar de pensar en el miedo que me provocaba, esta vez, me puse a pensar en Artemisa. La plaza de San Miguel estaría a unas 9 o 10 cuadras de mi ubicación. Tal vez menos. Creo que más. Ella podría vivir por acá, podría vivir en aquel edificio, podría estar más cerca de lo que yo creía.

No, no debía ilusionarme con nadie más. La última vez que lo hice fue el 2 de Abril, dos días atrás (aunque en realidad hoy es 3 de abril, porque este es mi mañana imaginario), y mi consecuencia fue estamparme, levantarme a las 1 de la madrugada y sentir un sentimiento horrendo. Ilusionarme está mal, porque uno puede tener fe, pero la decepción te la va robando de a poco. Eso aprendí en estos días. Aunque sigo teniendo fe. Por otro lado creo que las cosas las debe crear uno mismo, Carolina me decía que deje que la historia se escriba sola. Pero no se escribe sola si no le das la primera oración. No podés quedarte como autista esperando que las cosas pasen porque sí. Si hubiese dejado eso, si no hubiese dado el primer paso, no hubiese tenido vínculos con nadie. Mañana iría nuevamente al banco, a esperarla. En la noche conversaría (si estuviese) con Agustina, una amiga, hasta irme a dormir aproximadamente a las 23:30 – 24:00.

Y mañana emprendería mi búsqueda nuevamente, en ese mundo de gente matinal. Cerca de mi casa, apuré el paso por la oscuridad, la lluvia y el frío. Abrí y cerré rápido el primer candado (vivo en una vecindad), me aproximé a mi departamento, abrí el segundo candado, y me adentré en la calidez de mi hogar.

Antes de dirigirme al ordenador, como acostumbraba, me senté en la mesa unos 6 minutos para hablar de mi día con mi madre. No le dije nada de relevancia, nunca lo hacía. Y después fui, me senté en mi silla, abrí mi explorador, abrí Facebook. Y me sorprendí. Me sorprendí al ver que tenía una solicitud de amistad de alguien llamado “Misa Belleggia”, con una foto de perfil de una chica de cabello oscuro y ojos castaños, igual a Artemisa.

Una Historia Imaginaria - Capítulo 1.




Recuerdo haber sido mucho más simpático en el pasado. Si tuviese que contar la historia de cómo me volví alguien tan adulto y normal, tendría que volver muy atrás. No sé a donde depara esta escritura pero creo que de una manera u otra terminaré volviendo atrás. Escribo hoy que estoy mal pero tengo ganas de escribir, trato de no darle un mensaje a quien me lee, solo quiero contar una historia que no existió, una historia ficticia, una historia que no va a ocurrir. Ni siquiera sé de que va o va ir la historia, solo quiero escribir.


Miércoles tres de abril, ayer fue el cumpleaños de mi hermano. Técnicamente no le regalé nada. Estoy mal, por motivos que por ahora prefiero obviar. Aún tengo tarea de matemáticas y creo que tengo que completar algo de inglés. No me importa, es mañana y tengo toda la mañana y la tarde de mañana.

Concurro a una escuela nocturna, me relaciono con las 5 mismas personas día tras día. Y cuando no, cuando no estoy con ellos, simplemente me siento solo y espero que llegue alguien con quien hablar, para distraerme. Suena muy patético, y lo soy, pero es lo único que por ahora puedo hacer. Estoy herido, no tengo esperanzas, acabo de ver Eterno Resplandor de una Mente sin Recuerdos. Me siento como Joel, y siento que mi “película” no terminará con el mismo final que ella.

Tengo que salir a caminar. Ayer traté, traté de salir a caminar y olvidar, la lluvia me atacó, lo tomé como una prueba de Dios, que no quería que me olvide. Creo y no creo en Dios, creo que Dios existe pero desde hace años que vengo ocultándolo, tapándolo con una máscara. En el fondo no creo, pero ahora, hoy, sí. Creo o creía que no me iba a dejar solo, que me iba a conceder el deseo que le pedí. Pero sabía y/o sé que él no lo iba a hacer. O tal vez lo hizo y no me di cuenta.

Salgo a caminar, esta vez solo, no quiero hacer planes, planificar me sale mal, hay que dejar que las cosas sean. Eso quise decirme ella, creo que el fondo me espera o me esperaba, pero espera que yo me vaya. A mí no me pareció bien que esperara con otra persona, podría esperar sola como yo. Pero ya nada puedo hacer al respecto.

Camino y veo de todo. Pienso que es solo mi mierda la que importa en el mundo, porque somos egocéntricos y egoístas, yo lo soy, todos lo son. Pensamos que nuestra mierda es lo más importante y hay mucha más mierda que un amor no correspondido. Hambre, violencia, toda esa mierda. Esa mierda que no me importa.

Camino y veo de todo. Veo a parejas felices, veo a parejas tristes. Me centro en un recuerdo que tal vez no ocurrió. Recuerdo haber visto a una chica con los ojos llorosos al lado de un chico, que parecía fuerte de mente. La chica debió estar pasando por su propia mierda. A mí no me importó pero ahora me importa. Quisiera escarbar en su basura, para tapar mi hueco con ella, quisiera que me diga lo miserable que se siente para así poder sentirme mejor conmigo mismo. Antes de Carolina yo era así, antes de que ella apareciera buscaba tapar mi vacío con la miseria de otras personas. Según una persona, eso hacen todos los humanos. Me doy cuenta de que era humano, y yo pensaba que era distinto a todos los humanos. Por algún motivo nos gusta escuchar, por lo menos por lo que él dice. Pero a veces contar es doloroso. Da igual.

Camino y veo de todo. Camino y le hablo a Dios, le pido que me pruebe que puedo entregarle mi fé, le pido que me muestre que su camino vale la pena. Sé que no lo hará pero se lo pido. No tengo padre y le digo que de todas formas soy su hijo. Mi padre me dejó, gran cosa, a veces se hizo difícil monetariamente para mi madre, pero fuera de eso no tengo muchos recuerdos de sí. Creo que cuando trataba de acercarse simplemente le decía fuck you. Miedo no le tengo pero creo que él tiene cierto desequilibrio mental. Es una mierda. Es parte de mi mierda, pero la que tiene menos importancia.

Camino y veo de todo. Llego a la plaza. Esto es ficción. Pero sería genial que ocurriese. Me gustaría ver a una chica, sentada en un banco, leyendo un libro con los ojos llorosos. Un libro de Narnia, o de Cortázar, uno que te enseñe sobre la vida o que sea fantasía. Opuesto, sí. Quisiera divisar su miseria en sus ojos llorosos y decirle:

-          Hola, ¿Estás sola?

Y que ella repentinamente me responda.

-          No, estoy con mi libro.

Me gustaría que me diese esa hostilidad. No sé como son las cosas en otros países, pero por series y películas pareciera que relacionarse es fácil incluso con desconocidos. Por acá, Argentina, es distinto, es difícil. Hay desconfianza, supongo que somos educados de otra manera. Da igual. Me gustaría ver su hostilidad, me gustaría que me diga que no, que sea difícil. Es genial pelear por una relación, incluso desde el principio.

Repito, esto es ficción. Me gustaría sentarme a su lado, y que ella se levantase mufando, que me trate como un loco porque eso quiero volver a ser, y tener esta historia feliz. Ella se iría sosteniendo la página que estaba leyendo y se sentaría en otro banco cercano. Yo, con una sonrisa desdichada pero no de cretino, iría hacia sí y le diría:

-          No muerdo, no creo ser peligroso. Sé que es raro acá, en Buenos Aires, pero en las series y películas hacen parecer que vincularse es fácil. ¿No querés vincularte?

Y ella me miraría un segundo a los ojos, vacilaría, si gritar porque parezco y soy un psicópata, o bien, quedarse, hablarme, aceptar mi propuesta. Me vería a los ojos por primera vez, mis ojos, que demostrarían que estoy cansado de llorar, y posteriormente entendería que su miseria es la misma que la mía. Me sonreiría y me diría:

-          Estoy leyendo. Cuando termine este capítulo veremos que hacemos.

Y yo me sonreiría, porque allí, habría empezado la historia de mi lo que sea que fuese a tener con ella.


Entonces empezaría la siguiente etapa. Con una sonrisa estúpida que nunca voy a tener, porque esta historia jamás va a ocurrir, esperaría a que ella terminase su capítulo de Narnia o Rayuela. Ella se haría la difícil para probar mi persistencia. Tardaría más de lo que tarda al leer, esperaría mucho al pasar de página. Ni siquiera estaría leyendo, ella solamente estaría haciendo tiempo para probarme. Esperaría media hora por un fin de capítulo que en realidad dura 5 minutos. Y entonces ella, con un suspiro y una sonrisa que combina sorpresa con miedo, cerraría el libro enérgicamente y me diría:

-          Listo, disculpá la demora, suelo tardar leyendo.

Yo, sonreiría también porque notaría una aceptación más real que la de antes. Y le respondería con poco entusiasmo pero con mucho sentimiento.

-          Tranquila, también suelo tardar cuando leo.

Incluso si es mentira, incluso si soy mucho más veloz que la gente promedio de mi edad. A propósito, tengo 16 años, y hasta el año pasado era más prodigioso que la gente normal. Este año tengo más miedo a nivel académico, siento que puedo fracasar. Da igual, sigamos con mi fantasía. Quedamos en que mentía y diría que era como ella. Pues, luego me sonreiría y agregaría antes de que ella contestase:

-          No, disculpa, solo lo hago para ligar. Creo que leo muy velozmente. Sonaré como engreído, pero es preferible ser honesto.

Eso le haría sonreír otra vez, ella asentiría mientras cierra los ojos. Daría otro de esos largos y contenedores suspiros, y me diría lo siguiente:

-          Tranquilo, yo también mentí, es mejor ser honesta. También leo más rápido que eso, no voy a sonar engreída como vos, pero es preferible ser honesto.

Medio citándome lograría una conversación medianamente grata. Yo asentiría a la nada con la cabeza, con una sonrisa, sintiendo que el vacío empieza a llenarse de a poco. Repito, esto es ficción, esto es solo lo que me gustaría que pase.

-          ¿Querés cruzar a MCDonalds?

Me diría, dispuesta a seguir con lo que empecé. Con lo que empezamos. Yo arquearía ambas cejas con sincera sorpresa. Soltaría un “ehm...”, y ella se sonreiría y agregaría:

-          Lo que te sorprende es que esté pasando lo que querés.

Aunque repito, es ficción, así que esto no está pasando. Yo al oír esas palabras, asentiría no sin antes percatarme de que ella era una desconocida. No para tener miedo, o algo por el estilo. Simplemente para darme cuenta de que necesita un nombre. Esta chica es ficción, es mi deseo, así que le inventaré un nombre momentáneo, y puede que sobre la marcha lo cambie.

-          Sí, supongo que tenés razón. Sí, quiero, hace algo de frío y si bien me gusta, dejé colgado mi abrigo en un árbol hace dos días.

Le contestaría a lo que ella expresaría una rara emoción con su rostro, terminaría por sonreírse porque lo que dije no tiene sentido. Pero finalmente, me apoyaría una mano en el hombro y me preguntaría lo que yo quiero preguntarle.

-          Bien ehm... ¿Cuál es tu nombre?

Y ante esto yo me daría cuenta de que es la indicada, porque pensamos igual. Porque ella se percató queriendo o sin querer, de que eso nos estaba faltando. Éramos desconocidos, hasta mi respuesta.

-          Mi nombre es Matías. ¿Y vos? ¿Cómo te llamás?

Tengo el nombre pensado desde hace unos minutos antes de escribir esto.

-          Me llamo Artemisa. Como la diosa de la luna.

Arquería una ceja porque, como mi invento, Artemisa significa algo para mí. Cuando estaba con Carolina era el nombre que le habíamos designado a nuestra futura hija. Llegué a imaginarla, llegué a dibujarla, aunque nunca le mostré mi boceto real. Ahora no sé donde están esos dibujos, creo que mi madre los desechó. De todas formas hubiese preferido no haberle dado nombre, ahora hubiese preferido decirle: “Todavía falta mucho para tener hijos. No sabemos si lo lograremos o no.” Tal vez eso hubiese ayudado a que no se espante. Pero bueno, soy, somos, fuimos, tontos.

Volviendo a mi ficción, Artemisa me recordaría a mi hija imaginaria que nunca existió y probablemente nunca exista. La ironía me haría sentir bien y mal a la vez.

-          Entonces... ¿Matías? ¿Vamos?

Espabilaría, porque me habría quedado pensando en su nombre. Y le respondería asintiendo con firmeza, notaría que ella se paró del banco y yo también lo haría. Me pondría a su lado, me acomodaría el gorro y comenzaría a caminar hacia el McDonalds que está cruzando la calle.

Caminaríamos en silencio hasta la senda peatonal. Estaríamos sonriendo un poco, de a momentos. Y entonces yo rompería el silencio con algún comentario bobo como:

-          Por las películas que vi, no podemos pedir hamburguesa. No es que quiera, pero, ahora, estaríamos desayunando.

Ella con obviedad y suspenso prolongaría un “¿Siiií?” Y entonces yo me sentiría estúpido por haberlo dicho. Ella evidentemente, ordenaría un café al igual que yo, y tendría un desayuno conmigo. Con pocas palabras, con muchas miradas.

Yendo hacia el final de esta “cita”, yo le comentaría con honestidad.

-          Hasta hace poco estaba en una relación. Nos tocó desayunar pocas veces juntos, pero a mí me encantaba. Creo que ella no lo notó. A mí me hacía sentir como si me despertara en casa después de que ella hubiese dormido conmigo. Mi sueño con ella, era pasar una noche durmiendo en la misma cama.

Y entonces la espantaría, porque estaría mencionando ya en nuestra primera salida a mi relación reciente, ella suspiraría con una expresión disgustada. Yo agacharía la mirada por ser un tonto. Pero sentiría posteriormente el frío de su helada mano entrar en contacto con la mía, me sorprendería la diferencia de temperatura de nuestras manos, levantaría la mirada y notaría su expresión.

Comprendería su expresión, y de todas formas ella la explicaría con palabras.

-          También estoy pasando por una ruptura. Tal vez esto no me recuerde a ello, pero todo me recuerda a él. Habían cosas especiales, no desayunos, pero sí otras boludeces.

Me percataría de su primer grosería. Entonces ella seguiría.

-          Antes de que él apareciera, me dedicaba a escarbar la basura de otras personas para tapar mis agujeros.

Entonces mis pensamientos saldrían de su boca.

-          Y ahora que quiero volver a ser como era antes, para superarlo, tal vez me venga bien escuchar tu basura.

Y entonces le contaría un poco de mi basura. Le contaría que ella me superó en un santiamén y ella me daría consejos que no tomaría. No tomaría, porque sus consejos estarían idos a la soledad. Y con ella, con mi chica imaginaria, yo no estaría más solo.